Al doblar la esquina vi un bulto
pequeñito en la banqueta, al acercarme vi que era un gato. No se movía, ni
siquiera cuando estuve a su lado. Eso me pareció preocupante: los gatos suelen
echarse a correr ante un desconocido, y más si viven en la calle. Una persona
hablaba por teléfono para ver si a una amiga suya le interesaba adoptarlo, pero
no. Entonces pensé: "no puede quedarse aquí, le va a pasar algo". Por
aquel entonces yo comenzaba recién a desenvolverme en el activismo pro Derechos
Animales y era novata en el tema de los rescates, pero esto era una cuestión de
sentido común. El animal iba a morir si se le dejaba en la calle, alguien tenía
que ayudarlo y yo estaba ahí en ese momento y no podía darme la vuelta y seguir
mi camino como si nada.
Corrí a la tienda de la esquina y
conseguí una caja de cartón, la pedí "para el gatito que está en la
esquina". Lo habían visto. "Ya lleva ahí mucho rato", dijeron.
Me sorprendió que aun sabiendo su
situación no hubieran decidido ayudarlo, siquiera ofrecerle agua.
Lo tomé entre mis manos, más bien
con una mano pues era muy pequeño y lo coloqué en la caja. Tenía la frente
cubierta por algo que parecía un hongo y su ojo derecho estaba casi cerrado. No
tenía pelo en esa zona. Se sentía liviano y frágil, como si estuviera hueco.
El pronóstico de la veterinaria no
era muy alentador. Tenía deshidratación, parásitos, hongos y mucha mucosidad.
Estaba débil y tal vez no sobrevivía al tratamiento. Al ser un animal sin
dueño, la pregunta obligada era quién cubriría el costo de la hospitalización y
el medicamento. ¿Será eso lo que detiene a la gente para ayudar a un animal en
aprietos? Creo que renunciando a un par de salidas nocturnas o a unos zapatos
nuevos se puede hacer más de lo que se cree.
Dos días estuve al pendiente de su
estado y al tercero mejoró. Era una gatita y estaba anunciada en adopciones,
pero nadie la quiso. Cuando el único tratamiento faltante era untarle una
pomada en la ceja, la veterinaria me preguntó: "¿Qué vas a hacer con
ella?" Había que decidir y no veía muchas alternativas. "Yo la
adopto", dije.
En casa estaba mi gato y no sabía
cómo reaccionaría a su presencia. Al principio fue hostil y territorial pero
con el tiempo se hicieron amigos, jugaban, se lamían y dormían uno al lado del
otro. Fuimos una familia durante 10 años. Incluso nos cambiamos de país. Nada
me detuvo para que los 3 estuviéramos juntos.
No entiendo a la gente que se
cambia de domicilio y da en adopción al perro o al gato. ¿acaso dejarían a sus
hijos porque es caro pagarles el pasaje de avión? Tampoco estoy de acuerdo con
los reglamentos de condominio donde se prohíbe tener animales no humanos. Los
bebés y niños pequeños pueden ser más molestos por sus llantos y gritos y no
por ello están prohibidos. Esto orilla a que la gente se deshaga de sus
animales de compañía.
Mi gatita murió hace unas horas.
Aún siento el vacío físico que dejó, pero confío en que está en un lugar mejor.
Le di lo que pude darle. Un hogar cariñoso, comida, vacunas, atenciones,
compañía. Seguramente ella me dio más que eso. Me habría gustado ofrecerle un
jardín con árboles donde trepar, pero no usé de pretexto el hecho de vivir en
departamento para adoptarla. Los animales de compañía necesitan un hogar más
que su libertad porque en las calles no hay condiciones favorables para una
supervivencia digna. Es lo mejor que podemos ofrecerles.
El duelo no me detendrá tampoco
para adoptar otra gata. Mucha gente decide no convivir más con animales a raíz
de una muerte pues no quieren volver a pasar por ese dolor. Yo estoy viviendo
ese dolor, la extraño, pero tampoco usaré eso como excusa para darle la
oportunidad a otro habitante de la calle. Mi próxima gata también será
esterilizada para evitar nacimientos indeseables, porque luego no hay dónde
colocar a las crías.
Mi gatita no hacía cosas
extraordinarias, era simplemente un animal sin hogar que -como todos- merecía
una vida mejor y yo intenté dársela. Como ella, hay miles de gatos y perros
esperando ser adoptados. Dejemos a un lado las preferencias de razas. Ayudemos
a esos animales que vagan en las calles, que han sido atropellados, heridos,
que están enfermos, que alguien abandonó. Busquemos en refugios, en redes
sociales, en veterinarias. Siempre hay animales por adoptar.
Todos y cada uno de ellos, son
especiales.
(tomado del blog AnimaNaturalis.blogspot)
Dra. Leonora Esquivel Fríass
Cofundadora de AnimaNaturalis
Internacional