miércoles, 27 de febrero de 2013

CARTA DE UNA GATITA, DESDE LA ETERNIDAD


Querido ángel:

No sufras por mí, ahora estoy en el paraíso con otros que como yo, han traspasado el umbral.

Recuerdo cuando me viste aquella noche debajo de un coche, supiste que debías aparcar el tuyo y acercarte a mí. Lo que temías, no empañé tu móvil porque ya no respiraba y entonces dijiste “qué vida asquerosa”.

Te quedaste a mi lado, triste e impotente, esperando quizás que alguien se detuviese para compartir tu dolor, pero nadie lo hizo. Y es que los gatos no somos importantes para muchas personas, somos sólo eso, gatos, invisibles para la mayoría, sólo hablamos con la gente que tiene mucha imaginación.

No me conocías mucho, pero para ti sí era importante. Cuando el hombre que nos cuidaba dejó de ponernos comida al pie de unos contenedores en el centro del pueblo, bajé a buscarte porque entre los gatos se comentaba que dabas bien de comer.

Y era cierto, cuando te encontraba siempre venías hacia mí con una sonrisa y una latita apetitosa. Yo comía sin parar mientras tú me acariciabas el lomo y me decías lo bonita que era.

Pero no sufras, ahora estoy en el paraíso, aquí no hay coches que van como locos como el que me atropelló, ni venenos que hacen retorcerse de dolor, ni jaulas que secuestran para matar. Aquí sólo estamos nosotros con nuestros buenos recuerdos, felices y tranquilos hasta el fin de los tiempos.

Gracias, ángel, por haberme querido y sé que cuidarás de mis pequeños y de todos los gatos abandonados  que encuentres en tu camino.

Hasta siempre.




 La triste realidad es que entre un 30 y un 40 por cierto de

 los animales que viven en la calle, mueren atropellados en

 muertes que podrían haberse evitado.

                            

No hay comentarios:

Publicar un comentario